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La práctica

Esta práctica apareció en mi vida de modo algo disimulado, cuando comencé a estudiar con Caroline Reid. Ya llevaba casi 10 años practicando yoga pero las clases de Caroline eran totalmente distintas de lo que había experimentado hasta entonces. No me pedía llevar a cabo instrucciones como estaba acostumbrada a hacer sino más bien me pedía sentir y volverme más sensible y atenta a un lenguaje mucho más sutil en el cuerpo. Dejé de forzar tanto y empecé a hacerme amiga de mi cuerpo y a sentir la inteligencia maravillosa y la belleza suave que existen en este pedacito de naturaleza que me ha sido asignado. Con el tiempo, voy entiendiendo la enseñanza con más claridad y me he comprometido con esta forma de trabajar. La profesora de Caroline, Diane Long, fue alumna directa de Vanda Scaravelli durante más de 20 años y es Vanda que abrió la puerta a esta perspectiva nueva.

Vanda misma entró en contacto con el yoga cuando tenía unos 50 años y durante muchos años recibió clases particulares en Gstaad, Suiza, con BKS Iyengar y TKV Desikachar. Cuando dejaron de venir a Europa, ella continuó practicando a solas y desarrolló su propio enfoque, que después compartió con unos pocos alumnos, todos ellos profesores, que a su vez continúan compartiendo sus propios descubrimientos dentro de la exploración. En su libro, ahora ampliamente conocido, Awakening the Spine (El Despertar de la Columna Vertebral) (Harper Collins 1991), Vanda comunica sus experiencias y observaciones. “Trabajando a solas, descubrí un mundo nuevo en este campo, un mundo sin metas rígidas y sin competencia, un mundo donde el cuerpo puede empezar a funcionar de manera natural y feliz otra vez, permitiendo que suceda la expansión en el espacio.»

 

Exploramos las posturas clásicas  – acostadas, sentadas, de pie y equilibrios – que permiten que la columna se flexione hacia delante, se extienda hacia atrás y haga torsiones. Con la actitud de no forzar el cuerpo en ningún momento, usamos movimientos suaves y circulares para soltar la tensión. Esto nos permite apreciar los caminos más sutiles en el cuerpo e interesarnos en cómo el cuerpo responde a este tipo de exploración. Desarrollamos la capacidad de sentir cómo nuestro cuerpo y el suelo se relacionan y aprendemos cómo apoyar mejor el peso corporal. La fuerza o el impulso pueden ser conducidos con mayor eficacia por los huesos, creando más ligereza y las extremidades se guían de vuelta a la columna vertebral como lugar de descanso. Al permitir que esté presente la intuición, aparecen caminos nuevos u olvidados y lo que descubres en el camino importa tanto, o a veces más, que llegar a la postura en sí misma.

 

El cuerpo se vuelve un paisaje rico en metáforas y poesía, enseñándonos un lenguaje que hemos olvidado pero que es muy propio. Liberar y crear espacio para la columna vertebral y la respiración es un foco clave de la práctica y en ese sentido, se cuida la vitalidad del cuerpo y los huesos.

 

Un cerebro que sabe todas las respuestas es un cerebro muerto: desde un cerebro que indaga, que cuestiona, surge una curiosidad sana donde habrá la libertad de explorar, la libertad de comprender, la libertad de descubrir, y en el cual el mirar será el ver.

Vanda Scaravelli, Awakening the Spine, p. 74